Sobre el autor
El libro fue escrito por C. W. Ceram, seudónimo del escritor Kurt Wilhelm Marek (1915–1972). Marek había trabajado como periodista y escritor de propaganda durante el Tercer Reich, algo de lo que más tarde intentó distanciarse. Sus textos previos quedaron en el olvido, pero el éxito de Dioses, tumbas y sabios lo llevó a escribir otros libros con ese seudónimo:
- El secreto de los hititas (1956)
- La marcha de la arqueología (1958)
- El primer americano (1971)
Bajo su nombre original publicó:
- Yestermorrow: Notes on Man’s Progress (1961)
- Hands on the Past: The Pioneer Archaeologists Tell Their Own Story (1966)
Además, fue responsable de la primera edición del polémico libro Una mujer en Berlín, un diario anónimo —más tarde atribuido a la periodista Marta Hillers— que relata las violaciones sufridas por mujeres alemanas durante la caída de Berlín a manos del Ejército Rojo en 1945.
El libro
Desde el prólogo (¿ustedes leen el prólogo?), el autor recomienda no leer el libro en orden, sino empezar por el capítulo que más despierte la imaginación.
Yo sí lo leí en orden, y pude dar un atisbo de las primeras excavaciones en Pompeya y Herculano, el descubrimiento de Troya, el de Cnosos, la cultura acadia, el hallazgo de Bonampak y la tumba de Tutankamón, siempre siguiendo la huella de sus descubridores.
El libro se lee como una novela que estimuló mi imaginación de niño y, ya adolescente, me inspiró a seguir leyendo sobre esas culturas. Por supuesto, tiempo después compré mi propio ejemplar y es uno de esos libros a los que siempre regreso.
El texto está organizado en secciones, como si fueran varios libros distintos: El libro de las estatuas, El libro de las pirámides, El libro de las torres, El libro de las escaleras, Los libros de arqueología que aún no se pueden escribir. Todos divididos en capítulos.
La primera sección
Dedicada al inicio de la arqueología como ciencia, nos lleva al descubrimiento de las ruinas de Pompeya. Esto ocurrió en el siglo XVIII gracias al interés de María Amalia de Sajonia, esposa de Carlos de Borbón (futuro Carlos III de España). Ella quería enriquecer su colección de antigüedades clásicas. Al enterarse de los hallazgos cerca del Vesubio, presionó para que se realizaran más excavaciones.
Estas primeras exploraciones carecían de método, pues solo buscaban tesoros. Sin embargo, ante la riqueza de los hallazgos, se hizo evidente la necesidad de expertos. Aunque ninguno de ellos sabía aún de arqueología científica, al menos reconocieron el valor histórico de lo excavado. De ahí pasamos al descubrimiento de Troya, y más tarde a Creta y Micenas.
El segundo libro
Se centra en Egipto. Inicia con el desciframiento de los jeroglíficos, resultado indirecto de la campaña de Napoleón en Egipto (1798–1801), que llevó al hallazgo de la piedra de Rosetta. Recorre varios descubrimientos hasta llegar a Flinders Petrie y la tumba de Amenemhat. Allí se aborda el saqueo sistemático de tumbas reales, lo que obligó a los sacerdotes a trasladar y esconder las momias en escondites como el escondite de Deir el‑Bahari, gracias a lo cual sobrevivieron.
Finalmente se narra el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, la única encontrada prácticamente intacta. Su preservación se debió en parte a que fue un faraón menor, olvidado durante siglos.
La tercera sección
Está dedicada a Mesopotamia. El título se refiere a los zigurats. Como era de esperarse, muchos descubrimientos se discutían en relación con la Biblia, pues en el siglo XIX se buscaba confirmar o refutar los relatos bíblicos.
En 1842, Paul‑Émile Botta descubrió el palacio asirio de Jorsabad (Dur‑Sharrukin), y poco después Austen Henry Layard halló Nínive (1849). Estos hallazgos dieron origen a la asiriología, aunque también abarca culturas como la sumeria y la acadia.
En esa época las tablillas cuneiformes eran tomadas por simples ladrillos ornamentales, hasta que se reconoció que eran escritura. El hallazgo de la biblioteca de Asurbanipal en Nínive abrió una ventana al pasado: gramáticas, diccionarios y textos literarios que cambiaron para siempre nuestra visión de la antigüedad.
El cuarto libro
Se dedica a Mesoamérica. Inicia con la caída de Tenochtitlán y cita a Oswald Spengler:
“Aquella cultura nos da el único ejemplo de muerte violenta de una civilización. No degeneró paulatinamente, no fue oprimida ni obstaculizada, sino cercenada en el esplendor de su florecimiento, segada en flor como el girasol que un transeúnte decapita de un manotazo.”
Luego aborda la destrucción de los códices mayas por Diego de Landa, y pasa al redescubrimiento de los mayas por John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood. Es importante subrayar lo de re‑descubrimiento, pues a principios del siglo XIX la cultura maya estaba casi olvidada, incluso en México.
En la actualidad
El libro es de 1949. ¿Qué tanto se mantiene vigente? Dado que se centra más en los descubridores y en lo que ellos sabían, gran parte sigue siendo valioso.
Eso sí, hoy vemos con otros ojos a los protagonistas. Sabemos que los métodos de Heinrich Schliemann fueron destructivos y que se apresuró al identificar la “tumba de Agamenón”. También sabemos que Howard Carter dañó la momia de Tutankamón al extraerla. Las biografías idealizadas de Ceram hoy se leen con espíritu crítico, pero siguen siendo apasionantes.
De la misma manera, ya no aceptamos que los descubrimientos fueran tratados como propiedad privada de los excavadores. Nos indignamos al leer cómo Schliemann ocultó tesoros a Grecia o cómo piezas del cenote sagrado de Chichén Itzá terminaron en Estados Unidos.
Pero todo eso forma parte del contraste histórico. El lector consciente, al reconocer que es un libro de hace más de 70 años, puede disfrutarlo como un relato inspirador y un punto de partida para aprender más. Y en ese sentido, sigue siendo un verdadero éxito.